La gente a menudo culpa a los demás porque es lo más fácil que pueden
hacer. Es interesante resaltar que, normalmente las personas culpan a otros en
su ausencia, porque temen la reacción de la otra parte. Tales personas culpan
asimismo a las circunstancias porque éstas no pueden reaccionar.
De hecho, no tenemos derecho a culpar a los demás por nada en nuestra
vida porque todo lo que sucede en nuestra vida no es más que el producto de
nuestras propias acciones u omisiones.
Quejarse es más fácil que cumplir, porque el primero exige nulo o menos
esfuerzos.
El éxito se vuelve imposible, hasta que continuamos culpando a otros por
nuestra mediocridad. De hecho, los culpables y los quejumbrosos están viviendo
en un mundo irreal.
El hombre común es generalmente de naturaleza tímida.
Desafortunadamente, la mayoría de ellos no son conscientes de su propio miedo.
Ellos temen a todo y no pueden hacer nada por su propia cuenta. Creen más en
los demás que en sí mismos.
Una de las cosas notables que me percaté entre los quejosos es que la
mayoría de ellos se quejan de las personas o grupos equivocados, incluso siendo
conscientes de que dichas personas o grupos no son las fuentes correctas de sus
soluciones.
Se quejan de su jefe con su compañero de vida,
de su compañero de vida con sus compañeros de bar, de sus compañeros de bar con
sus compañeros de oficina y de sus compañeros de oficina con su jefe. Sus
discusiones serán más sobre problemas y menos sobre soluciones.
Su filosofía no es otra si no la de que "El éxito se debe a mi
capacidad y el fracaso se bebe a la incapacidad de otros".
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